Si el individuo cambia, cambia la familia, cambia el conglomerado social. Pero hoy, las gentes llenas de teorías sin conocimiento de la política y la economía, pretenden con fórmulas de escritorio resolver el problema de la paz, elaborando reglas para la masa y olvidando a los individuos.
Muchos filósofos, religiosos y politólogos, predicen para las futuras décadas, la desaparición de las guerras y creen que esta humanidad va a pasar por una transformación social radical. Obviamente, tales profecías fallan, no pasan de ser meros sofismas. ¿Y qué es un sofisma? Una pared sin base.
Incontrovertiblemente, no es posible que el odio, el egoísmo, el revanchismo, la codicia, la envidia, etc., etc., que cada individuo lleva en su manera de pensar, sentir y actuar pueda crear seriamente un mundo de paz; sería absurdo suponer que con esos valores inhumanos expresándose en forma colectiva pudieran dar origen a un mundo pletórico de luz y de belleza.
¿Cómo podemos ser idóneos instrumentos de paz cuando dentro de nosotros están aquellos factores de la discordia que producen guerras?
Ahora, cuando el egoísmo y la violencia se expresan socialmente, entonces aparece sobre el escenario de la vida, la guerra.
Ahora, cuando el egoísmo y la violencia se expresan socialmente, entonces aparece sobre el escenario de la vida, la guerra.
¿Acaso pueden los antivalores valores crear unos tiempos de fraternidad y paz? ¿Con qué obreros vamos a hacer el templo de la paz? ¿Cuáles son esas multitudes bondadosas, altruistas, generosas, capaces de establecer sobre la faz de la Tierra, el esplendor de la paz?
Cualquier persona que posea libre pensamiento cae en cuenta que para poder crear la paz hay que eliminar los valores infrahumanos que producen la guerra, la violencia, las masacres, el terrorismo, etc., como el odio, egoísmo, codicia, el revanchismo, el resentimiento, subir al tope y hacernos sentir, recelos, etc.; esos defectos psicológicos nos incapacitan para poder abrazar amorosamente la paz.
Cuando el Hermano Francisco de Asís pedía a su Cristo Interno: “Señor, hazme instrumento de Paz”, solicitaba la eliminación de esos elementos psíquicos abominables que se enquistan en la mente y en el corazón como virus letales que nos llevan a odiar terriblemente.
¿Son buenas las oraciones, los cultos, las manifestaciones públicas, las marchas y cosas similares para ayudarnos a lograr la tan anhelada paz? Hay una sentencia que dice: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Podemos pasarnos siglos, como ha sucedido, rogándole a Dios por la paz, pero al no producir una acción recta para eliminar esos demonios psíquicos que producen guerras; entonces no habrá paz; porque si pensamos: “Dios es paz” eso es correcto; pero nosotros no demostramos con hechos evidentes, claros y meridianos, que queremos paz.
Cuando el individuo produzca en su interior psicológico la acción sincera de eliminar los elementos infrahumanos que producen las guerras, entonces, seremos instrumentos, idóneos, capacitados para dar paz…

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