sábado, 28 de julio de 2012

EN EL MARCO DE LA DECLINACION


El rechazo unitotal por parte de los colombianos del esperpento y monstruosa reforma a la Justicia” llevada a cabo por el Poder Legislativo, confirma que la clase política de este país es una cloaca inmunda donde se cocinan asquerosidades execrables. La gente se pregunta: ¿cómo será el futuro de este país con esa pobreza ideológica de los llamados “Padres de la Patria”? 

Gracias a la actitud de águila altanera del pueblo, el jefe de Estado no le quedó de otra, que objetar y echar al lastre el nido de “micos” que sus colegas querían poner en marcha. 

Tal acción espuria del senado es el error histórico más prominente que evidencia una auténtica declinación de la clase política colombiana. La justicia se quiso condicionar a la acción de los criminales, y se asoció con ideas delincuenciales, donde se quería beneficiar a narcotraficantes y a los grupos ilegales armados de izquierda y de derecha, que disponen de dineros mal adquiridos, pero la inteligente malicia indígena de los colombianos intuyó y fue la que conjuró la letal Reforma. 

Y no estaba tan despistada la intuición de los colombianos, porque ya ciertas autoridades éticas en el asunto, han manifestado que en honor a la verdad, esta Reforma sólo beneficiaba a esa clase de grupos, para acrecentar “legalmente” sus actos criminales. ¡Qué mal ejemplo a la niñez y juventudes (futuros ciudadanos)! 

Incuestionablemente, la “Reforma a la Justicia” hubiera causado estragos irreparables a nuestra Carta Magna, por lo que ésta se pondría al servicio de la perversidad; es como si un desalmado se hubiera apoderado del timón de una nave aérea para estrellarla contra una escuela de infantes. 

El presidente, con este acto abyecto de sus colegas políticos, debe sentir vergüenza por estos hechos nocivos que demuestran hasta dónde pueden llegar ciertos políticos colombianos para satisfacer sus intereses mezquinos y egoístas.

Analizando desastrosa y deshonrosa acción del legislativo, vemos cómo llena de horror a las gentes decentes y a la nueva generación que clama por la verdadera justica, que es encomiable si los fines, estrictamente nacionalistas, abonan los medios para lograrlo.

La indignación que embarga a los colombianos por este acto nocivo del senado contra el pueblo, lo deja mal parado ante el asombro de los jóvenes que lo perciben como una institución plagada de seres con un pensar y sentir monstruoso, patológico; que actúan sin ética ni moral. 

Y así en eso nos encontramos: ha descendido la ética, la moral, los valores humanos de los senadores y representantes, esto infunde desconfianza al pueblo ¿qué políticos tenemos para dirigir los destinos de este país? No es posible trazar ante un pueblo engañado la figura de la justicia, cuando las manos de los parlamentarios están manchadas, sucias de asquerosidades. 

¿Olvidará el pueblo el atroz crimen que se quiso cometer contra la constitución nacional? No es posible que miles de jóvenes, de campesinos, de obreros en busca de trabajo, de pan, de dinero para que sus familiares sobrevivan encuentren una clase política que labore conforme a unos intereses antinacionalistas y el presidente aparece tomando la situación como un asunto intranscendentemente coloquial… ¿Dónde está la voz del pueblo en el Senado?

Otro flagelo más…


La delincuencia que se está presentando en la segunda niñez y en la adolescencia va incrementándose en este país, de manera escandalosa año tras año. Los especialistas en el tema ven las causas en la educación que reciben de padres y educadores. Dicen los estudiosos que los sistemas educativos actuales adulteran los auténticos valores espirituales. Y cuando los niños y adolescentes no están impregnados de las virtudes de la bondad, de la caridad, del altruismo, de la generosidad, estas criaturas toman el camino de la delincuencia, de la depravación. 

Este fenómeno social de la degeneración de los niños y adolescentes, es el resultado de un sistema escolar altamente competitivo, mezclado con el terrible materialismo que les aniquila toda inquietud y para colmo, influenciados por una sociedad que venera los títulos académicos como pasaporte para obtener “status” social. 

En otros tiempos había por lo menos más ética en esto de la educación, hoy la vida en los institutos educativos es muy vaga, muy incoherente, muy subjetiva, a los educandos se les hace aprender ciertas materias que en la vida práctica no sirven para nada. Las presiones y tensiones de los institutos educativos que encuentran los alumnos y no pueden combatir, son responsables de una de las más graves situaciones que afrontan los educandos, que en última instancia llevan a muchos a la delincuencia, al pillaje, al robo y en el peor de los casos, a entregarse a los grupos armados ilegales, tanto de derecha como de izquierda.

El número de alumnos de ambos sexos que atraviesan por esta situación delincuencial, sienten que los sistemas de tensión son insoportables. De acuerdo con las estadísticas de las autoridades competentes, el aumento de la delincuencia de niños y adolescente se ha duplicado en este primer semestre del presente año en relación al último año. 

Las estadísticas de un grupo de educadores preocupados por esta situación dicen que una alto grado de muchachos menores de 16 años son detenidos por la Policía Nacional infraganti cometiendo asaltos, violaciones sexuales. Lo particular del caso son las estadísticas sobre atracos con armas de todo tipo, especialmente desalentadoras debido a la edad de los victimarios. 

Mientras no se trabaje con una educación basada en los principios sólidos de: libre iniciativa, no imitación, libertad creadora, atención consciente, amor, cómo pensar, saber escuchar, sabiduría, comprensión, integración, sencillez, paz, veneración, inteligencia, vocación, etc., seguirán no sólo los niños y adolescentes, sino los adultos también, aumentando la delincuencia en el país y el aumento monstruoso del índice de violencia sexual. 

Existe gran decadencia mental, moral y social, pero padres y educadores están llenos de ansiedades y preocupaciones personales y dolorosamente sólo tienen tiempo para pensar en cómo hacer para darles una profesión, adquieran el codiciado status, que no se mueran de hambre, y eso es todo. Pero de cómo tienen la mente estos muchachos, nadie se ocupa

Si el estado no defiende la salud…


¿Hasta cuándo el Estado colombiano va a solucionar para siempre el problema de la salud pública? Actualmente muchas personas han muerto por falta de atención médica debido a que las EPS no han querido atenderlas oportunamente. Muchos enfermos sucumben en estos tipos de clínicas porque los “dizque” médicos que allí laboran por tal o cual motivo rechazan a éstos, de esta forma estos galenos en vez de tener corazón humano poseen un corazón cruel, malvado...

¿Hasta cuándo el Estado colombiano va a entender que la enfermedad es un problema social y que por consiguiente la salud debe estar atendida directamente por el mismo Estado? ¿Cuándo va el Estado colombiano a iniciar el proceso de cambio social en relación con la salud pública en general, trabajando para darles a todos los colombianos modernas clínicas, formidables hospitales, y no esas verdaderas pocilgas para cerdos como los actuales?

El Estado colombiano ha cometido la corrupción más terrible de entregarle la salud pública a los desalmados politicastros y a los canallas plutócratas; éstos explotan y roban miserablemente sin piedad alguna, negando el derecho a aquella gente, que cancela sus servicios médicos, para vivir saludablemente; y las EPS cometen el atropello y el abuso de no atender a las personas enfermas; y si el Estado permite semejante situación de barbarie, desacredita al gobierno de este país, lo expone a que se le considere como atrasado, a que se le califique de violador de los derechos humanos. El gobierno debe exigirle a las EPS respeto y dignidad para los enfermos, si éstas no cumplen deben desaparecer por delitos de lesa humanidad.

El problema de la salud pública asume en Colombia la más horripilante situación social. En los países civilizados no se dan estos criminales y complejos problemas, que incuestionablemente, deben ser investigados por las autoridades competentes. 

La gente trabajadora de este país necesita instituciones de salubridad eficaces, honradas, dirigidas por auténticos seres humanos. Y el pueblo debe levantarse para exigir a quien corresponda, pues el pueblo tiene derecho a exigir porque es quien sostiene al gobierno; y el gobierno está obligado a dar al pueblo asistencia completa en este ramo. 

Los políticos mediante el sistema de engañar al pueblo se adueñan del poder, que sólo le pertenece al pueblo; y el pueblo indolente, sufrido y humillado, debe despertar de esa situación de inconsciencia en que ha vivido.

Todos los gremios obreros, todas las empresas, gentes del campo, trabajadores en general, necesitan de médicos que los curen, hospitales, clínicas. Las sangrientas luchas fratricidas que desgraciadamente se han venido sucediendo en las últimas décadas a todo lo largo y ancho de este país, tiene en el fondo una misma raíz de sabor inconfundible, se trata de la abominable injusticia social.

Todas esas convulsiones, todos esos cataclismos sociales y políticos tienen raíces en la injusticia. No se trata de alguna tontería como muchos ingenuos intelectualoides de bar o cafetín lo suponen.

Los gobernantes se creen muy sabios, se burlan de los valores eternos; la fuerza del asalto político crece y se tecnifica y llevan al abismo social al pueblo, a la gente trabajadora. Por estos tiempos de degeneración moral, el virus de la injusticia se ha infiltrado en las EPS; los afiliados a las EPS deben luchar inteligentemente a fondo por la integridad de la salud

La “glotonería” por el poder político


Los gobernantes, esa “clase de animales extraños”, como los llamó un evolucionista en sus teorías, tienen la obsesión de momificarse cual faraones, eternizándose en el poder político. Eso hace parte, según ellos, de la carrera de la civilización contemporánea, que ha suprimido la decencia, la honestidad, imponiendo la cultura de la ambición para adueñarse del poder y así sustraer a través de éste el caudal público.

Para esta clase de gobernantes, el alma, ese raudal de virtudes, dones divinos y facultades extraordinarias de los primitivos cristianos, no es necesaria, pues sienten o creen que el poder “puede inmortalizarlos y llevarlos a la gloria celestial”.

Sin duda alguna, los gobernantes viven en un limbo de fantasías; están tan fascinados con el poder, que no logran ver que éste los hace tan débiles, que ni siquiera se dan cuenta que ellos no son eternos: La tierra desaparecerá y los demás planetas también tienen su ciclo vital; pero los gobernantes entronizados en sus cargos no aceptan la realidad de que “todo pasa”.

Por ahí anda un ex presidente que después de ocho años de estar “tirándole la pita a los colombianos”, se resiste a dejar de gobernar, no acepta que los gobernantes, igual que las estrellas del inalterable firmamento, son fugaces, son transeúntes, perecederos, y sin que nos posea la polilla de la duda, tenemos un tiempo limitado para reír, para llorar, para gobernar, para vivir, etc., así lo dicen los sabios que escribieron las Sagradas Escrituras. Pero, ¿cuál es la causa de las causas para que este señor no quiera soltar el poder político? Pues, continuar acariciando el poder del dinero, el status social, poseer amantes, buena ropa, comidas gourmet, automóviles de lujo, seguridad, esgrimiendo la descomunal falacia de que su aspiración redunda en bien del pueblo, como fríamente lo proclaman los secuaces medio de comunicaciones.

Los politólogos y analistas del poder político que le arrogan a este ex presidente, ser el jinete de la paz, de la seguridad, de la libertad, de la democracia y cincuenta mil cosas por el estilo, dan explicaciones de toda índole; justificaciones cínicas, para que este señor prosiga como gobernante eterno; pero algún día como todos nosotros, morirá, pasará como todas las cosas terrenales, tal vez con la letal ilusión de haber conseguido un lugar a la diestra de Dios Padre.

Lamentablemente, en este país muchos ven normal la avaricia de los políticos y admiran a los que ambicionan perpetuarse en el poder político que nada ni nadie parece detener; sólo resta a millones de personas “orar mucho por la situación del país para que estos pro-dictadores se amansen y declinen sus aspiraciones perversas”, como dijera un sacerdote en la homilía de un rito religioso en un pueblo andino.

lunes, 16 de julio de 2012

Causa de la decadencia de la clase política


Está demostrado que somos lo que pensamos; y si nuestros pensamientos carecen de sentido ético, de independencia intelectual, de bondad, compasión, altruismo, generosidad, sinceridad, caridad, etc., nos fosilizamos, nos estereotipamos, entramos en decadencia.

¿Por qué? Por la simple razón de negar los valores que deben revestir a un auténtico ser humano. Alguien sin esos valores éticos, involuciona y se torna en ladrón, embustero, asesino, estafador, etc.; en un ser tan torpe que creerá ser sólo un montón de huesos, manteca y carne, es decir, un materialista, un existencialista, incapaz de amar, porque el amor es algo que pertenece al reino de lo espiritual.

Desgraciadamente, las ideas existencialistas, después de la segunda conflagración mundial, se han infiltrado por todas partes, en la escuela, en el hogar, en el templo, en la oficina, en el gobierno, etc., etc.

En la política tenemos a los políticos convertidos en verdaderos apologistas de los valores existencialistas. Todo aliento de espiritualidad ha desaparecido en la gran mayoría de los políticos de este país.

De tal forma que los jóvenes de hoy día, las nuevas generaciones, reciben a través de la mal llamada política, datos suficientes como para convertirse en charlatanes, delincuentes, homicidas, malhechores, homosexuales, prostitutas, drogadictos, etc.

Cuando uno ve en escena a los políticos existencialistas, llegamos a la conclusión que son verdaderos perversos; verdugos del sufrido, subordinado y esclavizado proletariado. Cada político existencialista lleva dentro de su psiquis un conjunto de elementos execrables, inmorales, conocidos como el Ego, que lo hacen un politicastro; esos escabrosos politicastros deben ser retirados del ámbito de la politiquería no sólo por los organismos de control de la nación, sino que de manera contundente y definitiva, el mismo pueblo debe derrotarlos, aniquilarlos… ¿Cómo? No apoyándolos nunca más; no eligiéndolos y olvidarlos para siempre.

El pueblo, si de verdad verdad quiere salir de estos habilidosos rufianes, de estos pícaros facinerosos, debe cortar todo nexo con ellos; así, la nueva actitud del pueblo, hará surgir en los hombres de la política la necesidad de establecer en su psiquis verdaderos valores humanos.

El político debe ser un sujeto ético, moralista, conocedor y practicante de una psicología que lo conduzca a una asepsia mental, para que se despoje de esos "apéndices" o "agregados" abyectos, ajenos a nuestra verdadera naturaleza interior.

Los falsos valores, como el orgullo, la ira, la envidia, los temores, los odios, las pasiones, etc., etc., son valores existencialistas, valores siniestros que esclavizan al ser humano, lo limitan, lo tornan en un bribón, en un ser malsano, en una cloaca inmunda; los reales valores que se expresan a través de la conciencia, como un conjunto de "virtudes": amor, justicia, misericordia, magnanimidad, templanza, sabiduría, darían al político un toque humano, un don de gente decente.

La expresión del político, como podemos verificar en la vida práctica, es obstruida por los múltiples valores materialistas que condicionan su acción, y lo vuelven mentiroso, déspota, orgulloso, rencoroso, medroso, temerario; toda su fuerza existencialista sofoca su paz interior; llevándolo a apelar a toda clase de crímenes para obtener el poder.