miércoles, 28 de noviembre de 2012

El inevitable tema recurrente de todos los años: el salario


Vuelve la “mula al trigo”, como suelen decir los mexicanos; desde años el proletariado y los amos del capital para estos días suelen enfrentarse con la finalidad de “acordar” la situación salarial, pero jamás se han puesto de acuerdo… 

Así como el buey o el caballo de labranza después del duro trabajo recibe cierta cantidad de alimentos para reparar sus fuerzas, así también y en forma semejante, el pobre trabajador recibe su salario… 

La bestia de labranza goza con el pasto, la caña, la avena y demás alimentos y el pobre trabajador goza con su salario. Hombres y bestias deben trabajar y reparar sus fuerzas por medio de los alimentos con el único propósito triste y desgraciado de enriquecer a los capitalistas. ¡Cómo negar esta cruda realidad!

A veces suben los salarios pero también suben en forma simultánea los artículos alimenticios, entonces de nada sirve que suban los salarios. A veces bajan los salarios y suben los precios de los artículos alimenticios, entonces hay más hambre y miseria. La Ley del valor no ha podido resolver en forma justa la cuestión complicada y difícil del salario.

En una de las asambleas de la Organización Mundial del Trabajo, uno de sus miembros planteó: “Toda mercancía tiene un doble valor: Primero: valor de cambio. Segundo: valor de uso. Hablando en lenguaje totalmente económico, no es absurdo considerar la "fuerza de trabajo" como un tipo especial de mercadería que claramente se distingue de todas las demás mercaderías. El valor de uso de la "fuerza de trabajo" es diferente al valor de uso de cualquier otra mercadería”.

Esto quiere decir que los valores de cambio producidos por la "fuerza de trabajo" resultan superiores a esta mercancía llamada fuerza de trabajo. El valor de uso de la “fuerza de trabajo” es diferente al valor de uso de cualquier otra mercancía. 

“Ostensiblemente –considera una de las encíclicas papales- con unas tres o cuatro horas de trabajo el trabajador gana su salario, pero el capitalista no se contenta con tres o cuatro horas de trabajo, el capitalista quiere dinero y más dinero y por ello exige jornadas de ocho, diez, doce y aún más horas de trabajo, con el inconfesable propósito de producir más y más valores de cambio, es decir, más y más mercancías, más y más ganancias para enriquecer sus caudales”.

Se debe tener en cuenta que la mercancía llamada "fuerza de trabajo" debería cambiarse por su justo precio, pero desgraciadamente no es así, el capitalista paga solamente el trabajo necesario, pero el trabajo excesivo, el sobre trabajo, no lo paga, se lo roba. 

“Pagar poco y trabajar mucho”, ese es el lema de los capitalistas; el capitalista se roba la mercancía llamada “fuerza de trabajo”, ésto se ve a simple vista y con la complicidad de las autoridades de trabajo.

Si en un platillo de la balanza de la justicia ponemos el salario y en el otro platillo de la balanza ponemos la mercancía llamada “fuerza de trabajo”, es claro que esta última, inclinará totalmente la balanza de la justicia a su favor. 

Según un informe de la OIT, “en muchos países se ha establecido la jornada de trabajo de ocho horas, pero como el salario es bajo el trabajador sale perdiendo. Ningún salario de hambre merece ocho horas de trabajo ni aún siquiera los buenos salarios pueden acreditar jornadas de ocho horas de trabajo porque los valores de cambio son inmensamente más ricos que el salario recibido”.

No debemos olvidar que los valores de cambio son las mercancías producidas por la “fuerza de trabajo” de los trabajadores. Al capitalista no le importa un comino la balanza de la justicia. El capitalista no tiene más ley que la de las bestias feroces, tragar... 

En muchos países la jornada de trabajo es de ocho horas pero los capitalistas se ríen de esta ley cuando pueden. En muchos países y al margen de la ley, los capitalistas establecen por su propia cuenta y riesgo, jornadas de diez y doce horas de trabajo; se convierten en Legisladores a su modo y para su propia conveniencia. Dice el dicho vulgar: "El hambre tiene cara de hereje", los trabajadores con hambre tienen que aceptar las exigencias injustas del capitalismo y sin derecho a quejarse porque de lo contrario pierden el trabajo…

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